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martes, 1 de diciembre de 2015

MIEDO INFANTIL


Los miedos en general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil suponen un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos. La única explicación a esta regularidad es que el miedo debe tener un importante componente de valor adaptativo para la especie. En pequeña escala, estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño o adolescente pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarle de situaciones de peligro potencial (no acercarse a ciertos animales, no entrar en sitios oscuros, etc.). Sin embargo, cuando este miedo es desadaptativo (no obedece a ninguna causa real de peligro potencial o se sobrevaloran las posibles consecuencias) el resultado es un enorme sufrimiento por parte del niño que lo padece y sus padres. El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas (ir a dormir, ir a la escuela, estar sólo, etc.).

                                                           
                                      

MIEDOS SEGÚN EDAD:

De 0 a 3 años: 
Según algunos autores, los bebés no comienzan a manifestar el sentimiento de miedo antes de los seis meses de vida. Es a partir de esa edad cuando empiezan a experimentar miedos a las alturas, a los extraños y otros. Estos tres tipos de miedo se consideran programados genéticamente y de un alto valor adaptativo. De hecho su presencia denota un cierto grado de madurez en el bebé, A esta edad también surge la ansiedad de separación de la figura de apego.
Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los padres a la que se le suma el temor hacia los compañeros extraños. Ambas formas de miedo pueden perdurar, en algunos casos, hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando la forma de timidez. Lo habitual es que vayan desapareciendo progresivamente a medida que el niño crece.
Toman el relevo como temores más significativos el daño físico (accidentes) o los médicos (heridas, sangre, inyecciones).
Puede también presentarse, dependiendo de las circunstancias, temor hacia el fracaso escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la relación con sus iguales (miedo hacia algún compañero en especial que puede mostrarse amenazador o agresivo).
El miedo a la separación o divorcio de los padres estaría ahora presente en aquellos casos en el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores

De 3 a 5 años:
Se mantienen los de la etapa anterior (extraños, ruidos, etc.) pero van incrementándose los posibles estímulos potencialmente capaces de generar miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del niño. Ahora pueden entrar en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta.

De 6 a 11 años:
El niño alcanza la capacidad de diferenciar las representaciones internas de la realidad objetiva. Los miedos serán ahora más realistas y específicos, desapareciendo los temores a seres imaginarios o del mundo fantástico.


CAUSAS DE LOS MIEDOS INFANTILES
Que uno sea más miedoso que otro no depende únicamente de su carácter, de su genética, sino también de otros factores que pueden hacer que un niño desarrolle distintos miedos:

  • La observación. Muchas veces se tiene miedo porque se ha visto o aprendido que se debe tener miedo. Los padres con tendencia a ser miedosos suelen tener hijos con miedos. Sin querer, proyectan eses miedos y temores, que el niño detecta y le hace sentirse más inseguro. Los hijos buscan las reacciones emocionales de sus mayores ante situaciones de tensión o desconocidas para ellos, les usan como modelos. Si el niño percibe ansiedad en su madre al hablar de inyecciones, será más probable que él mismo sienta ansiedad cuando sepa que le tienEn que pinchar.
  • Las experiencias desagradables, el aprendizaje directo. Por ejemplo, el miedo a no poder respirar se puede dar en un niño con ataques de asma o que se despierta de repente por la noche con la sensación de no poder respirar. Este miedo podría desencadenar un ataque de pánico si no se trata de la forma correcta. O el miedo a los ruidos fuertes en un niño que de más pequeño sufrió quemaduras al jugar con un petardo que le explotó en las manos.
  • Las experiencias vitales violentas o traumáticas pueden generar muchos miedos y fobias: presenciar malos tratos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido, etc.).
  • Las amenazas. El miedo se produce a veces por la imprudencia de los adultos. Amenazarlos con dejarlos solos, llevarlos al médico o llamar al hombre del saco cuando se portan mal o no quieren comer, no es lo más adecuado para imponer autoridad. Sólo en algunos casos es correcto “meterles miedo” como forma de evitar un peligro: no subirse a los árboles, no cruzar solo la calle, no irse con desconocidos…
  • La televisión. Algunos miedos, a los fantasmas, a los monstruos,…tienen su causa directa en escenas impactantes, dramáticas, violentas o de terror. Evidentemente, es totalmente desaconsejable que los niños vean este tipo de programas o películas cuando aún no tienen la edad suficiente para separar claramente la ficción dela realidad. Por otra parte, los menores de 3 años nunca deberían ver la TV; no la necesitan y no están maduros para asimilar las imágenes.
  • La propia imaginación infantil, que crea amenazas ficticias. Muchos de los niños que tienen miedo a la oscuridad, lo que tienen es miedo de sus propias fantasías que afloran por la noche, cuando están a solas y se sienten inseguros y desprotegidos. No olvidemos que los niños en edad preescolar tienen una imaginación desbordante. Y como aún no distinguen claramente entre el mundo real y la fantasía, es fácil que se sientan algo confundidos.

¿QUÉ HACER ANTE LOS MIEDOS INFANTILES?
  • En primer lugar vivir la situación del niño con tranquilidad, sin mostrar (al menos delante de él) preocupación o angustia. 
  • Hay que avanzar paulatinamente. No dar importancia a los retrocesos y celebrar los pequeños pasos. La solución a los miedos no es evitarlos sino enfrentarnos a ellos. Sin embargo, en el caso de los niños, debemos hacerlo con calma y con mucho sentido común.
  • Una forma muy eficaz de actuar es mediante el modelado. Uno de los padres puede efectuar la conducta temida (p.e. estar en la habitación a oscuras) para enseñar al niño que no sucede nada.
  • Evitar siempre ridiculizar al niño por sus miedos, en especial, delante de sus compañeros. No reírse de él, no castigar ni sermonear. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones no a las consecuencias punitivas. 
  • Evitar el visionado de películas, juegos o actividades que comporten violencia, miedo o terror. Procurar que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores (si no comes llamaré a....; si no te portas bien se lo diré a.....)

¿CUÁNDO PEDIR AYUDA PROFESIONAL?

Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran significativamente el funcionamiento del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo “normal” sino que deberían ser objeto de tratamiento especializado (fobias específicas, trastornos de ansiedad u otros).